En los 150 años del Distrito, el mando político cambió 219 veces y 126 tuvieron el máximo cargo. Uno de ellos estuvo menos de 5 horas. Y en cuatro oportunidades, no pudieron asumir.
Por SERGIO LAPEGÜE
Como en toda sociedad organizada, uno de los poderes esenciales para regular y administrar el pulso ciudadano es el Ejecutivo.
En política, en el manejo del Estado y la cosa pública, tienen preponderancia las autoridades que están al frente de la Nación, las Provincias y los Municipios.
En la Bicentenaria historia argentina se alternaron períodos democráticos y autocráticos, donde el voto o el dedo eligieron a esos representantes. En 150 años de existencia, el Partido de Lomas de Zamora el poder político cambió 219 veces, repartiendo el máximo cargo ejecutivo en 126 personas.
Siendo presidentes de la Municipalidad (en los primeros tiempos) o Intendentes Municipales, quienes tuvieron mayor protagonismo fueron Felipe Castro en cinco períodos y Manuel Castro en tres.
En los tiempos fundacionales de Lomas hubo presidentes de la Municipalidad que ejercieron sus cargos desde el 2 de febrero de 1862 hasta el 30 de setiembre de 1886.
A partir del 1° de octubre de ese año, se separaron las funciones legislativas, desempeñadas por el Concejo Deliberante, de las ejecutivas, cuya máxima autoridad pasó a ser el funcionario que hoy conocemos con el cargo de Intendente Municipal.
Los intendentes que más tiempo permanecieron en sus cargos fueron Juan Bruno Tavano durante 8 años, Felipe Castro durante 7 años y 10 meses, Manuel Castro durante 5 años y 10 meses, y Eduardo Alberto Duhalde durante 3 años y medio.
En el otro extremo, es decir quienes menos tiempo mantuvieron sus funciones, están Horacio Martijena que estuvo menos de 5 horas en 1943, Antonio Torassa y Manuel Portela (1912), que estuvieron 3 y 4 días respectivamente.
El año más turbulento y que más intendentes pasaron por el ejecutivo lomense fue 1886 con la serie Francisco Portela (h), Francisco Meeks, Lisandro Méndez, Santos Lafuente, Jacinto Rosende, Abelardo Banante y José Benítez.
Un total de siete funcionarios de los cuales los tres primeros fueron presidentes de la Municipalidad, el cuarto interventor de la misma, los siguientes concejales y el último intendente municipal.
En cuatro oportunidades, los intendentes electos no pudieron asumir el cargo. En 1893, Sebastián Martínez no pudo hacerlo por estar intervenida la Municipalidad. En 1913, Luis Pereyra Lucena no asumió al reconocerse como legítima la elección de otra lista.
En 1950, Vicente Longhi murió antes de asumir y, en 1962, se anularon las elecciones en las que había triunfado Rodolfo Illescas. En cuanto a las fuerzas políticas que más gobernaron en Lomas de Zamora están repartidas entre los Conservadores y el Justicialismo.
La rareza fue que un centenario partido como la Unión Cívica Radical nunca pudo gobernar el partido, salvo el corto período que tuvo la Alianza en el período 1999-2002 el intendente Edgardo Di Dío, donde la UCR integró esa coalición gobernante.
Según el investigador histórico lomense Norberto Candaosa, recopilado en “Noticias de Lomas de Zamora”, “en total 115 intendentes no ocuparon el cargo por elección popular primaria, sino como consecuencia de intervenciones, renuncias o muerte”.
Sin mencionar la extensa lista de jefes comunales, integrada por 126 personas, se puede destacar que el primer Presidente de la Municipalidad fue Francisco Portela en 1862. Con la reforma y el nuevo estatus institucional, el primer intendente municipal fue Francisco Meeks, en 1886.
Otro dato para resaltar en la historia local es que Eduardo Duhalde fue intendente en dos oportunidades, alteradas en el medio por el golpe militar de 1976: la primera gestión fue en 1974, interrumpida por la asonada del 24 de marzo de 1976.
El segundo mandato fue cuando se recuperó la democracia en 1983, cargo que ocupó en nuestro distrito hasta 1987.
En tiempos democráticos, al importante rol institucional de la Municipalidad se suma el trabajo legislativo del Concejo Deliberante. En sus primeras épocas, funcionaba en la esquina de Boedo y Manuel Castro.
Era en la década del ‘30, cuando la vieja Municipalidad ya se iba a demoler para dejar paso al nuevo Palacio Blanco. Era aquel un Concejo formado por buenos vecinos, cuya principal preocupación consistía en servir el interés de la comunidad sin que la pasión por la política interfiriera en los debates.
Se iba a hacer obra y sus desvelos sólo recibían por recompensa una medalla que los acreditaba como representantes del pueblo y el otorgamiento de una patente a quien poseía un coche, que entonces eran muy pocos.
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